Cuando Donald Trump se aseguró la victoria en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, un fenómeno inesperado empezó a ser tendencia en las redes sociales: mujeres jóvenes estadounidenses que declaraban su adhesión a «4B», un movimiento feminista surcoreano marginal que propugna el rechazo del matrimonio, el parto, las citas y las "relaciones adultas". Mientras, los estudios sociológicos muestran las ventajas del matrimonio (y las políticas oficiales de Rusia, China, Japón y Corea van en esa línea), pero las rupturas familiares se multiplican sin cesar, dejando un futuro de inestabilidad y violencia a las mujeres.
Mientras el movimiento 4B arrasa en todo el mundo, las fracturas familiares aumentan y Corea del Sur se enfrenta a una reacción violenta contra el feminismo. El movimiento 4B, que ha captado la atención mundial tras las elecciones estadounidenses, ha surgido de una sociedad profundamente desigual. Pero el desgarro familiar, y su influencia en las chicas, también tiene lugar en Occidente.
Una vez hicimos una charla con algunos sociólogos sobre lo que se apunta arriba, y la conclusión fue más o menos esta (de mis apuntes): La nueva élite liberal progresista que domina las instituciones minimiza o ignora sistemáticamente estos hechos. Se ha convertido en tabú discutir la importancia de la familia en la vida nacional, subrayar la necesidad de que nuestros gobiernos desarrollen políticas pro-familia mucho más asertivas, o remodelar nuestra cultura dominante en torno a normas pro-familia.
Por eso la nueva élite es profundamente hipócrita. Aunque las personas de la élite graduada son, con diferencia, las más propensas a casarse, tener hijos dentro del matrimonio y seguir casadas, al mismo tiempo restan importancia a las familias estables, animan a los demás a llevar vidas «fluidas», «individuales» y «diversas», y se burlan de cualquiera que señale la importancia del matrimonio y la familia calificándolo de reaccionario de derechas que quiere volver a los años 50.
El continuo menoscabo de la familia en nuestra vida política y cultural es otro ejemplo de «creencias de lujo», ideas que la nueva élite promueve agresivamente para ganar estatus social y prestigio frente a otras élites, pero a las que ella misma no se adhiere y que imponen enormes costes a los demás.
Cuando Donald Trump se aseguró la victoria en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, un fenómeno inesperado empezó a ser tendencia en las redes sociales: mujeres jóvenes estadounidenses que declaraban su adhesión a «4B», un movimiento feminista surcoreano marginal que propugna el rechazo del matrimonio, el parto, las citas y las "relaciones adultas". Mientras, los estudios sociológicos muestran las ventajas del matrimonio (y las políticas oficiales de Rusia, China, Japón y Corea van en esa línea), pero las rupturas familiares se multiplican sin cesar, dejando un futuro de inestabilidad y violencia a las mujeres.
Mientras el movimiento 4B arrasa en todo el mundo, las fracturas familiares aumentan y Corea del Sur se enfrenta a una reacción violenta contra el feminismo. El movimiento 4B, que ha captado la atención mundial tras las elecciones estadounidenses, ha surgido de una sociedad profundamente desigual. Pero el desgarro familiar, y su influencia en las chicas, también tiene lugar en Occidente.
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Una vez hicimos una charla con algunos sociólogos sobre lo que se apunta arriba, y la conclusión fue más o menos esta (de mis apuntes): La nueva élite liberal progresista que domina las instituciones minimiza o ignora sistemáticamente estos hechos. Se ha convertido en tabú discutir la importancia de la familia en la vida nacional, subrayar la necesidad de que nuestros gobiernos desarrollen políticas pro-familia mucho más asertivas, o remodelar nuestra cultura dominante en torno a normas pro-familia.
Por eso la nueva élite es profundamente hipócrita. Aunque las personas de la élite graduada son, con diferencia, las más propensas a casarse, tener hijos dentro del matrimonio y seguir casadas, al mismo tiempo restan importancia a las familias estables, animan a los demás a llevar vidas «fluidas», «individuales» y «diversas», y se burlan de cualquiera que señale la importancia del matrimonio y la familia calificándolo de reaccionario de derechas que quiere volver a los años 50.
El continuo menoscabo de la familia en nuestra vida política y cultural es otro ejemplo de «creencias de lujo», ideas que la nueva élite promueve agresivamente para ganar estatus social y prestigio frente a otras élites, pero a las que ella misma no se adhiere y que imponen enormes costes a los demás.